lunes, 2 de julio de 2012

Una mañana


Naceremos entre melodías altivas, y romperemos la soga que nos ata a las quietudes y andaremos descalzos entre aromas complacientes.
Seguramente habrá caminos por delante, deberemos caminarlos. Muchos paisajes nos parecerán la puerta a un paraíso; brotarán de entre su hierbas y sus árboles rayos que abordarán en nosotros. Nos regirá una enfermedad que partirá nuestras sienes y alimentará nuestros espíritus.
No habrá nada entre nuestros dedos. Seremos la miel y el juramento, donde, entre lo que vive y lo que no, habrá distancias alcanzables por escaleras que tratarán de bajar a lo infinito para subir a lo imaginado.
Las dos orillas estarán ocultas. Lo mejor correrá detrás, a la espera de una migaja. El agua cobrará vida en los parques y romperá el inicio y hará eterno los amaneceres. No habrá noches ni días. No habrá olvido, y el perdón será una cuestión en las poesías.
No servirá la respiración a los espejos, que estarán vedados de ilusión y de cortesía; reflejarán la peste y la servidumbre.
Caeremos en pozos vergonzantes utilizando cada palabra en cada espacio. Surgiremos de entre la tierra como la música que exige retratos, como manos que se unen y se alzan en busca de los decorados. La magia estará presente en cada paso.
Dormiremos, tal vez, entre la niebla y el delirio. Soñaremos verdades inquietantes mientras las ventanas se abrirán al verde de par en más. Y meceremos en las hamacas esperando una clave entera, en tanto los ocasos envenenarán sus trajes y esperarán un suspiro y una flor.
Despertaremos entre hojas y ojos, y no seremos más que dos entremezclados. El humo hará reír a los desiertos, que estarán inmundos e internables y acomodados en camas incómodas e incompletas.
Mientras tanto, habrá tormentas por lugares dolientes y molinos que buscarán el tesoro entre dos almas, que arrodilladas y aturdidas imaginarán un mundo ciego y flaco. Y escribirán los deseos en las mejillas o en las orejas; los tormentos morderán la mentira en hierbas ocasionales.
Los muros caerán con poco trabajo, asustados por los canjes de cadenas. La vida negará lo visto y lo andado, pero entre tristes estará la luz agazapada, y entre cuadros inauditos que envejecerán acostumbrados. Y los sordos estaremos allí, como los mudos, aceitando el alambre para morir en un cruce bien alto, serán testigos la luna y la soledad.
Moriremos, tal vez, una mañana.   2008/2012.




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